domingo, 28 de noviembre de 2010

contrapunto

- Alguna vez me dijiste que tenías una teoría de por qué la gente joven tomaba mate con agua hervida.
- No. La teoría dice que a la gente mayor no se le pasa el agua.
- Y no es lo mismo?
- Para nada.
- Bueno, como quieras, pero la cosa es que nunca me aclaraste la teoría.
- Ni lo voy a hacer.
- Dale, no seas malo - con dos dedos, índice y mayor, caminando el pecho de él, por debajo de la camisa.
- No es que no quiera. Es que la teoría no existe.
- Cómo que no existe?
- No existe, asi de simple. Es tan sólo una frase que murió en un enunciado, sin fundamentación. Y no creas que es la única teoría falsa que te mencioné. Podría citar un montón, pero me voy a aprovechar de tu mala memoria.
- Y por qué lo hiciste?
- Para llamar tu atención. Nada mas - y nada menos.
- No sé si creerte
- Hacés bien.

La miró como radiografiándola. Su desnudez excedía la falta de ropas, ella estaba tan desnuda frente a él, que a él a veces eso lo intimidaba un poco. Un poco, nomás. Era como jugar a la pelota con un chico. O algo más. Era como devorar un animal que aún estaba vivo.
(era como devorar un animal que aún estaba vivo) …pero que rica se ve esta pata, ésta misma, sí… y el regodeo empieza con la vista, la elección de la parte mas carnosa, ese instante en que se inicia el crimen, en la idea. Presa y predador. Dos motivos para estar allí. El cuerpo yaciente, inmóvil, desarmado, que está siendo comido de a pedazos, sin que nadie pueda aun determinar donde fueron a parar la vida y la muerte. Nunca tan unidas, nunca tan desdibujadas. Es él quien la eligió y es él quien está ahí, olfateándola (sí… sí… olfateándola, nada de olerla) palpándola para después pasarle la mejilla tibia por la piel tibia. La lengua. Los ojos cerrados. Los olores que provocan al instinto entrando a la carrera por los huecos extremadamente abiertos de una nariz que se apodera del alma del animal moribundo. La carne que espera - porque es cierto, hay consentimiento de los dos, la presa es victimaria y el predador es presa. Comeme. Y él que se incorpora encima de ella, la rodea clavando las rodillas en la cama, en el pasto de esta selva de la cual acaso uno de los dos no salga vivo. Sólo uno? Si el banquete acabará por devorarse a ambos. Pero está bien que cada uno piense todavía que sobrevivirá. Instinto. Comeme. Dejate comer. Inundá mi garganta, atropella mis dientes, hacé que mi lengua se alborote al encontrar la sal de tu sudor que impregna el miedo de morir (o el otro, el peor miedo, el de matar) Escondete. Cómo? Con tus piernas rodeándome?
Y el cuerpo de él que se recuesta en medio de su pecho. Sobre ellas, que se aplastan y se orientan a los lados, él apoya su mentón y mueve lento la cabeza. Círculos. Mareas. Sube y baja toda su existencia apoyandose en la punta de sus pies. Oleadas. Las manos buscan a las manos, las sujetan contra el suelo de las sábanas, se afirman cuatro manos en dos puntos, que al final es uno sólo, que no es más que un punto en el espacio infinito, un punto en que dos cuerpos se hacen uno, desde los tobillos, martillándose, las piernas trabajosamente entrelazadas, las cinturas que se arquean, intentando zafar para volver a acercarse, pecho contra pecho, cuellos mordidos, lacerados por la lengua que humedece y arde, ojos, pómulos, oídos, y los dedos uno a uno aprisionados en los dedos, uno a uno.
Sed, calor, sudores, tengo la lengua seca, el aliento duro, que es tan fuerte que se sale de la boca y golpea en su mejilla, se resbala por su nuca y se enrieda entre las puntas de su pelo. Les sobran emociones? O será que acaso no alcanzan los sentidos? Porque es tal la profusión de sensaciones que se ven entre los dos desparramadas, son corporeas, y se agolpan a ambos lados, se recuestan junto a ella, los observan, y cuando una domina una escena ya aparece otra, y se abalanza sin piedad sobre los dos.
El se eleva. Detiene la acción y el tiempo y el mundo. Y los dos latidos. La mira con una piedad tan indecente que semejante silencio no puede ser sino el preludio de lo eterno. Cien años condensados en un solo respiro, en lo que dura lo efímero, callados. El preludio de lo eterno.
Sos vos dijo él. Y un viento huracanado arrebató los cuerpos de la cama. Arremolinó. Estallaron el rojo y las pupilas. Los cuadros se encendieron en secuencias disonantes. La piel encarnecida de placer frotándose contra la piel, los labios en un duelo impúdico, feroz, la boca sin dominio. Y el ritmo que enceguese, que los lleva a otro lugar, que los rompe, que los une, que los para, que los mueve, que los manda, que los. Y una pelvis apretada, muslo firme, mano hincada en esa medialuna que dibuja el arco entre los glúteos y por donde el goce acecha semioculto, semiaparecido. La mano izquierda de ella, en reflejo, busca que otra mano, ya mas fuerte, ya mas grande, la acompañe, y la lleva a que aterrice entre sus piernas. Se entrecortan las respiraciones, se subleva la circulación, y cada cuerpo es un insurrecto regimiento de pasiones.
Sangre en él, licor en ella. Ambas piernas suaves que se estiran, se distancian. Ambas piernas fuertes que se instalan entre medio. Y un romper, entrar, arder, gemir, volar, sentir, y volver a romper, incandecente, hasta llegar.
El disparo al unísono, y los dientes que se ablandan cuando ya todo es besar, que se ensanchan en sonrisas sin la curva del cliché. Y algún que otro gemido retrasado que traduce un idioma librado de entenderes.

- No me creas - repitió él - pero lo que es mas importante, no creas nada de lo que creiste haber sentido. Porque cuando todo ésto haya terminado (cuando realmente haya terminado) nada de lo que vos creas que pasó, nos habrá pasado. Nada. No me creas. No me creas - repitió él.

martes, 14 de septiembre de 2010

El mundo, tal como es, pronto dejará de ser

“El mundo, tal como es, pronto dejará de ser.”
Esta frase, que en una primera y literal lectura se nos presenta como una forma de presagio místico, tiene, en verdad, como único fundamento la autoimpuesta necesidad (forzadamente implícita) de exhaltar la vehemencia, la provocación del alegato que viene detrás. Alegato que no es otro que el de “cambiemos el mundo”. Por lo tanto, la veracidad de su predicción (máxime tras la inmediata reflexión que aquí se desarrolla) está puesta, concretamente, en duda. Entonces, por qué decirlo de esta forma, y no directamente de la segunda manera “señores, cambiemos el mundo”, y es que justamente en el análisis de los preconceptos que la primera frase encierra, hay buena parte de los cambios que se desea llevar a cabo a través de su equivalente posterior.
La puesta en manifiesto de las verdades absolutas, no desde su relevancia, sino hacia su crítica, es la base del pensamiento que intenta desarmar esta estructura tan eterea como firme que es la normalidad
Todo aquello que nos genera la recepción de la primera frase, incredulidad o esperanza, desconcierto, desaprobación, rechazo o ansias de cambios, no son más que distintas apreciaciones nuestras sobre la valoración subjetiva que leemos tras la misma sentencia.
Pero hay algo que está claro, mas allá de nuestras subjetividades - es que de oraciones como ésta (con la concomitante carga de pensamiento que encierran) está lleno nuestro accionar diario - este tipo de discurso es una clara muestra de una serie de pautas culturales, que por culturales justamente (y lease por culturales, que nos están tan internalizadas que nos puede resultar dificil reconocerlas) aceptamos como naturales, pero - y aquí se entromete la idea de cambiar el mundo - no son mas que condicionamientos a nuestro modo de pensar cotidiano. Entonces… lo que nos parece natural no lo es, sino que al contrario, es impuesto y es contra lo que deberíamos operar para liberarnos mentalmente? Ni tal panacea, ni tal estigma, ni tal fórmula, pero algo de eso es parte del camino por el que este mundo está cambiando. Darnos cuenta, y vuelvo al ejemplo de la primera frase, de que a menudo recibimos sentencias inequívocas que engloban pensamientos mayores. Al decir “el mundo tal como es…” se está dando por sentado que este mundo aludido es de una determinada forma, y aquí aplican dos factores de pensamiento que son recurrentes en nuestra forma de elaborar ideas, la economía de recursos, y la visión hegemónica, enfatizada ésta última por el peso del discurso, un tercer factor en el que me detendré luego.
La economía de recursos, algo a lo que todos adherimos sin ninguna conciencia de ello, y que es parte (doble) de nuestro aprendizaje, como que aprendemos a utilizarlo metodológicamente para resolver situaciones cotidianas, y como que es la base del método con el que hemos sido educados (1). Es así que uno sabe cómo debe reaccionar ante distintas situaciones, aun sin haberlas vivido, por el solo antecedente de que alguien las ha resuelto de tal manera con anterioridad. Eso nos evita razonar a cada paso sobre cada acto que vivimos en nuestra cotidianeidad, este modo de resolver situaciones aparece permanentemente, te cruzas de brazos y fijas la mirada en el otro para que parezca mas solemne tu atención ante una charla, o te compungís cuando la escena amerita que tu cara se hiele, o buscas un trabajo a determinada edad, con mayores o menores grados de interpretación y participación en la realidad circundante, todos amoldamos nuestros actos a algo que está pre-resuelto por otros, que otros ya ensayaron y probaron para que nosotros ahora no perdamos tiempo elaborando nuestras propias conclusiones, para que no perdamos tiempo en elaborar todo la metodología necesaria de estudio en estas situaciones, con el (superador, ilusorio?) deseo de que ocupemos ese tiempo y esas energías en resolver cuestiones superiores.
Las cosas son así. Asi? Como?
La visión hegemónica, es fiel servidora y a la vez dominadora, de la economía de recursos, ya que aquella la necesita para convalidar (normalizar) sus reglas, que deben ser de aceptación general, en tanto que también se vale de ella como herramienta, para que sus elaboraciones sean internalizadas por generacion tras generación. Ambas se retroalimentan y se reutilizan, el recilcaje en este caso, es perfecto. En este punto no olvidemos que a la frase de inicio se la supone verdadera en cuanto a que el mundo es de determinada manera, (desde una vision general, todos los que compartimos cierta cultura coincidiremos en muchos puntos sobre esa impresión del mundo) cuando en la oración, adrede se lo está objetivando, sin suponer que pueda sobre su concepto existir una diferenciación tan evidente sea interpretado por alguien que se acaba de enamorar, como por alguien que está al borde del suicidio, como por alguien que termina de despedir a un ser querido, o que acaba de ser despedido de un trabajo. El mundo es de tantas maneras como personas lo habiten.
De nuevo, las cosas son realmente así?
En la misma sintonía, entonces, podríamos retrotaernos en cuanto a la economia de recursos, y decir que cada pensamiento, por mas que esté fundado en la historia de nuesta sangre, debe ser reinterpretado, pensado, criticado, elaborado, para que sea realmente el nuestro. Ninguna fórmula, ninguna base de elaboración intelectual debería ser aceptada por nosotros mismos sin acaso la intención de ponerla en juicio. Volver a cero con las pautas preaprendidas de nuestra cultura, para retomar el camino por donde cada uno de nuestros pensamientos, armados ya desde nosotros mismos, y no desde la imposición de verdades adquiridas, nos lleve adelante. Esa debería ser la forma de andar ese camino, o al menos una forma mas segura de no andarlo, tropezando con errores ajenos.
Por supuesto, esta forma de andar, nos reduce el grado de seguridad ante lo que venga, aumenta nustras incertidumbres, nos auto-somete a un análisis permanente, nos expone a que de equivocarnos, quedemos al desnudo por no tener siquiera el amparo de haber hecho le previsible, pero, al mismo tiempo, y de igual forma, nos libera. Es que si esa normalidad fuera la miel con la que se nos presenta, el mundo ya sería ese lugar soñado - que indudablemente no es.
Y a lo largo de estas reflexiones, entonces, me propongo, desandar el camino por el que hemos llegado hasta acá, para nada mas, verificar si es el que yo mismo habría adoptado al momento de elegir en cada esquina, o si acaso de haber doblado hacia el sur en lugar de haberlo hecho hacia el norte, habría encontrado el mismo paisaje, uno mejor, uno peor, pero sin dudas, mas cercano al que yo mismo habría querido llegar, que viendo los carteles ya puestos en la carretera que me trajo hasta acá.
“El mundo, tal como es, pronto dejará de ser.”


(1) cuando hablo de procesos de aprendizaje, de educación recibida, pretendo que se interprete tanto desde el punto de vista individual (como cada uno de nosotros es educado) como desde el punto de vista social (como la sociedad genera pautas de educación, y las transmite generacionalmente)

jueves, 9 de septiembre de 2010

Pielsilencio

Sobre este deslizante silencio, este vil silencio que es peor que el silencio original, éste, el que se superpone a otro y a otro, y a otro, y a otro mas…

Y sobre un silencio desprolijo, silencio de murmuros y respiros, un silencio por apuros mal trazado, se me fueron deshaciendo mis últimas palabras. Cayeron en el vacuo inerte de la nada que es el tiempo que nos pasa cuando no nos atrevemos a subirnos a él. Se mezclaron unas a otras, adolesciendo de edades y de madureces, torpemente atolondradas, como algunas otras veces insurrectas, pero ahora, insalvablemente heridas por su propia desazón. Sentenciadas por la vara de su confesión, autodenunciadas impotentes de toda erección, se hundieron en silencio, mis palabras.
Y el motivo no hube de buscarlo, no por no quererlo ver, sino todo lo contario, sino sólo porque se me presentó con ellas en su ahorcado (redentor?) autosilenciamiento. Como la novelesca nota de un último deseo, como la autoconfesión, como acaso el arrepentimiento del instante previo en que la soga aprieta y la mano intenta, pero que no logra. Algo, un motivo, la razón de todo. Eso estaba escrito - poco importa si debajo, si - detrás de mis palabras que expiraban ante la mirada de su eterna, efímera tristeza.
Callé.
La dejé ir.
Hacia otros tonos otras voces otras risas otros ojos. Otras palabras mejores que las mías.
Palabras, las mías, que ya no gritan al salir, que tan sólo escapan de mi boca cuando son apenas necesarias, cuando buscan serles útiles de inutil necesaria utilidad, a algun deseo - mas inutil todavia - de la piel. De esta piel que desde entonces poco sabe de palabras. Poco sabe ya, desde que no hablo de ella, desde que mi cuerpo se acostumbró a la mudez de mis sentidos, desde que esta piel, que, como ahora, callada, se dispone a desvestirme, para callarla, para ahorcarla.

lunes, 26 de julio de 2010

La redención es a veces un golpe de suerte

Hay animales que no sirven para nada. Hay especies enteras de las que no se recuerda un solo ejemplar que haya sido parte de algún hecho histórico. Por el contrario, por el camino de las celebridades desfilan las serpientes, invocando la memoria de su bíblica manzanera, o los tigres que cuentan entre sus ascendientes al gran Mohan, el que desencadenó la estirpe de los tigres blancos, allá por 1951. O los caballos, que aunque siendo de madera, el de Troya, terminó una guerra, que aunque fuera por la locura de su dueño, Incitatus llegó a cónsul.
Por eso existe desde el principio de los tiempos una elite entre las especies animales. Glorioso debe ser pertenecer a alguna de ellas, y con el peso de tan hidalga estirpe sus descendientes deben sentir que cada día les toca hacerle honor, obligada aunque placidamente. Son las reglas de este milenario mundo.
Como se sentirá entonces ser abeja? O bicho de luz, o comadreja? Será que no tener referencias los deja dormir definitivamente al margen de la historia, o acaso existirá entre ellos alguna lejana esperanza de escribir el acto fundacional a cada paso? Vivirán cada instante de sus vidas con la inclaudicable voluntad de redención histórica o la palabra resignación es parte del legado hereditario de la raza?
Yo no lo sé, como tampoco creo que lo pueda pensar ya la pobre abeja que acabo de estampar contra la mesa del jardín, otrora molesta, ahora inerte. Redimida.

domingo, 11 de julio de 2010

So...

Y corrí su cuerpo hacia un costado de la cama. Todavía estaba caliente, y yo corrí su cuerpo hacia el costado mas cercano a la ventana abierta.
Las palabras que había dicho, eso de querernos, eso del amor, aún flotaban en lo denso de la luz que, así como su voz, me había tirado encima su mirada. Lo curioso fue que me quedé mirando sus palabras por un largo rato, acaso intentando descubrir si eran sinceras. No llegué a nada, por supuesto, todo el mundo sabe que cuando las palabras mueren, pierden su carácter de verdad o de mentira, la palabra muerta es sólo una impotente seguidilla de impotente letras, y al tiempo que esa trasmutable impotencia me adentraba, me alejé. Fui hasta la cocina, a buscar alguna cosa que tomar, nada, algo que tomar, sin importarme qué. Abrí la heladera y encontré el licor ambar de limón que ella trajo la primera noche. Y también hallé su boca, ardiendo contra el frío del limón, derritiendo mis labios y empañando mis ojos. Un reflejo de su boca que debió habersele quedado ahí perdido, de entre los tantos reflejos que nos dimos esa noche. De entre los tantos tragos que bebimos de un licor que se acabó antes de que la mañana entrara a terminar con todo. La botella, la misma que debo haber tirado alguna noche de esas en las que rastreaba sus recuerdos por la casa, para asirlos primero, para destruirlos despues, esa misma botella ahora estaba llena, como en el mismo instante en que ella entraba a casa por primera vez.
Pero ahora, su cuerpo en el dormitorio, como queriendo desdibujarse, empezaba a confundirse con el borde de la cama. Se le habían ya borrado las marcas de los besos, los olores del sexo, los latidos rompepiel. Un latido, justamente, agonizaba de rodillas en una esquina del cuarto. Su ritmo, cada vez mas lento y cada vez tenue su tambor, se movían hacia el último momento. Me lo quedé viendo, y supe en él las pulsaciones del cuerpo al que dio vida encima de mi cuerpo. Lo acaricié, lo vi cerrarse sobre su temblor final y lo dejé caer en el oscuro paso hacia el pasado eterno. Cuando me incorporé ya eran otros mas los rasgos que se habían marchado de su cuerpo. Atiné a cerrar los ojos para oir su voz, que intuí se perdería pronto, y tuvimos un pequeño diálogo sobre su idea de decorar inodoros, que me despertó las mismas risas que la vez que me la confesó.
Prendí un cigarrillo y me paré de frente a la ventana. A ella le gustaba cuando yo le hablaba mirando a la calle, evitando su rostro, me decía incluso que las charlas mas sinceras son aquellas en las que los ojos no aparecen, donde sólo las palabras cuentan. Así extendíamos conversaciones sobre estas mismas sábanas, por horas, en la oscuridad, tocándonos, pero sin vernos. Le encantaba. Y a mí.
Volví mi cara hacia la cama y ya era apenas un esbozo de su cuerpo el que yacía en ella. Su respiración, la misma que en las muchas horas del teléfono, hacían que sintiera que mi oído se pegaba a su labial incendio de caricias, era ahora acaso un viento debil que moría ante la lluvia de una lágrima que inundaba el cuarto. Sus formas, las que erguían mi carácter de hombre con el sólo hecho de existir, se iban alineando en una espiga que se hundía en una arruga de las sábanas de aquel silencio que impregnaba el día.
Cerré los ojos para verla por última vez. Con su desnudez volcada encima de la mía.
Y cuando por fin su cuerpo ya no era mas que su recuerdo, cerré la puerta.
Y me fui.

viernes, 9 de julio de 2010

Esa extraña mujer

Una extraña mujer acaba de pasar frente a mis ojos
pero yo,
que para bien o mal
nunca veo lo que todos,
vi tan solo el ruido de su sombra…
Y parpadeé.
Y ya fue tarde.

Esa extraña mujer…
acaba de acercarse a la distancia de un respiro.
Y yo, que no camino con las piernas,
di unos pasos hacia ella en torpe vuelo.
Y caí.
Sin conocerla.

Esa extraña mujer…
acaba de mover sus letras.
Mientras yo, en medio de un concierto de silencios
no encontraba el tiempo.
Y desafinando,
mis palabras lentas
me callé


Esa extraña mujer envuelve ahora mis pensares,
los recrea,
los transforma,
los figura,
los despierta,
y los vuelve parte de algun canto
que mi voz intenta.
Y es por eso ahora
que estas manos,
torpes entre letras,
la recrean,
la transforman
la figuran,
la despiertan.
Y aunque mas no sea,
de algun modo,
tan extraño,
como ella…
la revelan

martes, 6 de julio de 2010

Un instante

Qué pasare cuando en medio de una noche,
dentro de una oscuridad apenas atacada por el débil,
desganado rebote de la luna con su luz menguante,
tiemble el frío del silencio
con los pasos de esas dos personas que se acercan?

Qué pasare si las sombras de esos cuerpos
fueren cada vez mas cuerpo y menos sombra
y al tenerse a la distancia de sus ojos,
esa única distancia en que los ojos ya son todo el cuerpo
- donde no hay mas cuerpo que esos ojos -
se leyeran íntegros?

Que pasare si esos dos se reconocen,
sin siquiera conocerse?


Que pasare de repente si hasta el aire se disperse,
vuele el humo del escape de los autos a otro lado,
rompan en destellos los carteles luminosos,
suenen las sirenas de cuanto cuartel de bomberos esté alerta,
vaguen solas ambulancias, patrulleros,
rujan ásperas gargantas de otras gentes reclamando explicaciones donde no las hay,

…y esos ojos sigan ahí,
en el punto exacto donde el fin de una mirada es el principio de la otra.


Que pasare entonces si del fondo de sus ojos
les surgieran las respuestas,
no las tan cruciales, ninguna inexplicable.
Sólo dos o tres respuestas simples
que les den el mínimo respiro necesario
para hablarse y escucharse.
Y así al fin dejar que el tiempo les pregunte lo demás.
Sin querer anticiparlo.
Y que el humo, y los carteles, las sirenas y sus ambulancias
vuelvan a este mundo.
Y el mundo vuelva a ser, y ya no sea


Nadie nunca sabrá lo impredecible.
Si el presente es ésto que apenas empezó ya se termina
quizás nada haya que explicar.
La noche en que esos ojos fueron y volvieron
dormirá al cerrarse en su secreto.

domingo, 4 de julio de 2010

Un archipielago de cuerpos en el mar de mi memoria

Un archipielago de cuerpos en el mar de mi memoria.
Una flota de desnudos cuerpos en el mal de mi memoria.

Perdiendose en el rumbo

Corrientes del olvido los alejan.
Los dispersan, los reflujan.
Los atraen a mi costa que es un páramo a esta altura.
Los revisten de serenos vientos,
los repelen si lastiman.
Los calcinan unas playas que cultivo en vano
y son piezas del cadaver de un despido.

Como voces del adios, serenas e implacables
me devuelven gemidos.
Como siestas de paso, me acarician, me rozan
Malolientes fracasos que no han sido
sino un tibio latido
que perdido en el tiempo
ya no alcanza a latir

Pero aun vivo, y espero con la sed en la boca,
un cardumen de espigas,
una luz en el agua,
un saludo infinito,
que una honda mañana sea de noche en los mares
y se encienda el camino…

Por donde aparezcas

sábado, 3 de julio de 2010

El Plan

Ya sabés cual es el plan.
El plan es no saber.
No predecir,
no prever,
no programar.
Pero sin dejar jamás el plan de lado.

El plan es no saber el plan.
Y así y todo, seguirlo tenazmente.
Obcecado,
temerario,
hasta impaciente.
Ansioso por cumplir
lo no pactado.

El plan es avanzar, porque no importe
tanto hacia donde
como de donde vengas.
Que no le siente el mapa,
que tu orilla sea
a veces la deriva.

El plan has de saberlo de memoria
aunque jamás lo hayas leído.
Porque no habrás de escribirlo.
Que si lo hubiera escrito
alguien mas
de nada serviría.

El plan es ir irremediablemente a él.
Sin escalas, boletos ni aeropuertos.
Y dejarlo todo.
Aunque te pese más que el equipaje
la ausencia de
lo que ha quedado en el camino.

El plan es atentar contra lo inocuo,
es enfermarlo.
Morirlo si hace falta.
Para por fin dejarlo renacer
cuando ya no soportes
la esperanza.

lunes, 28 de junio de 2010

Ella baila en su minuto

Ella baila en su minuto, desafiando el sueño
Ronda. Escribe una memoria que aun no vive
Y entre músculos quebrados y un silencio en hielos
Desanima, pero inspira mis alientos

Yo devoro mis horas que no acaban de morir
que tan poco recuerdan de mi cuerpo,
que en los ojos mal cerrados de la noche
se despiertan, huellas de sus besos

Ella sabe, como que es mi luna, atraer el reflujo de mis mares
reflejarse en mi, y seducirme,
para al fin reducirme a mis deseos
Gira en torno a mi impaciente esfera con un códice nuevo
Y es sincera y real como la muerte

Yo tan solo trato de acercarla con oleadas tenues,
con mis sales, con mis peces que nadar no saben
con mi ahora y mi nunca que despliego como cartas de perder
con palabras que no llegan lejos

Solo me espera la espera
No tengo mas armas que desoír el tiempo

sábado, 26 de junio de 2010

ojos sólo ojos

Solamente sus ojos salieron a la calle esta mañana, y con los de ella, los de muchos mas. Sólo millones de ojos, de a pares casi todos, salieron a la calle esta mañana. Los de ella, los de todos.
Huelgaron las bocas, las narices, los mentones, las orejas, los pómulos, los brazos. Faltaron sin aviso las cinturas, los pares de hombros, las tetas, las caderas, las piernas, todo, todos.
Y siguieron durmiendo cuádriceps y biceps, femorales, húmeros y estómagos.
Tomado día libre. Acatando algún deseo o una orden que ninguna boca se dignó en explicar, sin oídos reclamando una respuesta, trepados a una rebeldía o presos de una enfermedad, nadie supo bien por qué ésto sucedía, pero así pasó. Los ojos se cargaron la tarea de ser todo, simplemente todo el cuerpo.
Y la calle entera fue un inesperado amanecer lleno de ojos. Los hubo retorcidos, expectantes, lúdicos, sueñeros, enturbiados. Mamarrachos, displiscentes, viejos y recien nacidos. Todo era miradas, la expresión, la lengua, el habla, las caricias y los odios se expresaban solo en verse, de ojos a ojos. Porque sólo esos ojos, entre ojos deberían comunicarse todo, un permiso que pedir, un boleto, un hola qué alegría verte, un adios, un no te quiero, un te extraño, un no puedo más, un esperame que ya vengo, un no te creo, un qué linda estás, y un vos también. Ojos. Todo ojos.
Los de ella, sacudidos por el viento, recorrieron el camino de todos los días. No era incómodo para esos ojos, a decir verdad, moverse en ojos por la calle, esta mañana a pocos le pesaba el cuerpo y todos le prestaban toda la atención a las miradas de los otros. El que esquivaba las miradas, zarandeando sus pupilas hacia todos lados, tropezaba. El que miraba de reojo, terminaba caminando en círculos. El que tratando de ocultárse, clavaba la suya contra el piso, se caía. No era tanto una cuestión de acostumbrarse como de sentirse libre, y por eso, los que se movían con comodidad eran los que usaban esos ojos como cada día, mirandose de frente, disfrutando de los cruces, agrandandose al hallar al otro en esa misma actitud. Y así iba ella, con los párpados abiertos, prolongando la mirada, refractando adioses en los ojos grises, devolviendo fuegos a los ojos pasionales. Se sentía plena, sin mas cuerpo que sus ojos, como si la extraña aparición de aquel montón de ausencias, hoy la hubiese completado.

números y letras

Los números y las letras se disputan, de a pedazos, nuestra vida.
Deberían repartírsela, si fuera por ser justos, en partes iguales, pero ahí los números, dueños de las particiones, sin duda saldrían beneficiados. O podrían intentar, si lo desearan, llegar a algún acuerdo, pero ahí, las letras, dueñas de los argumentos, se alzarían victoriosas.
Entonces, como si existiera un pacto desde que las letras son las letras y los números son números, cada uno - ellas y ellos - guarda alguna especie de privilegiado sitio en nuestras vidas.
A ellos les tocó en ese reparto la tarea constante y repetida de guardar el orden, la enumeración, el cálculo. Son los números, viriles custodios de las cuentas, los que trepan por los hechos rescatando datos para sacar conclusiones, estadistas a ultranza, radiógrafos binarios de la historia.
A ellas, las señoras, madres de palabras, les ha sido dado el don de describir el mundo, ardua y pesada tarea, si las hay, pero con la que cargan orgullosas y hasta altivas. Les compete también abrir las puertas de la mente, aunque ese sea un terreno dividido donde sus rivales, ellos, saben ocupar su parte. Pero es en el área de los sentimientos, donde el cálculo, el conteo, la enumeración no representan más que un espejismo que las letras barren con justeza, y hasta con desdén.
Por momentos nuestra vida, sola, deja seducirse por los unos o las otras, y es así que hasta en los juegos nos sucede que de golpe nos hallamos calculando números en celdas, dibujando letras en renglones de una ortogonalidad, que por geométrica es, para ellas, casi una traición. Así es que en cada acto, en cada paso, como si metiéramos la mano en un bolsillo donde están los números, o en el otro donde letras, nos valemos de ellos, de ellas, para andar.
La vida así transcurre.
Ironía de la lengua nuestra, cuando hablamos de “contar”, si no fuera que aclaramos que de números o historias se tratare, bien podríamos hablar de ambos, pues se cuentan las historias, y se cuenta de uno a diez. Contar. Contar es ese purgatorio donde habitan ellos y ellas, donde nada está prohibido. Donde todos son iguales. Compartiendo van los cuentos y las cuentas. Contar.
Y bien, pero a veces, nosotros, los hombres decidimos si queremos querer más a ellos, más a ellas. Si es el tiempo de los números, las letras. Si unos u otras van a ser mejores compañeros de una etapa de la vida.
Hoy, me llega el gusto hasta la boca, invadiendo el aire, renovándome, sabiendo a nuevo una vez más. Son las letras las que ganan el terreno, las que invaden, las que triunfan, porque la pasión que arrastran no se mide, no se pesa, no se cuenta. Se cuenta.
A contar, entonces. A contar.