lunes, 26 de julio de 2010

La redención es a veces un golpe de suerte

Hay animales que no sirven para nada. Hay especies enteras de las que no se recuerda un solo ejemplar que haya sido parte de algún hecho histórico. Por el contrario, por el camino de las celebridades desfilan las serpientes, invocando la memoria de su bíblica manzanera, o los tigres que cuentan entre sus ascendientes al gran Mohan, el que desencadenó la estirpe de los tigres blancos, allá por 1951. O los caballos, que aunque siendo de madera, el de Troya, terminó una guerra, que aunque fuera por la locura de su dueño, Incitatus llegó a cónsul.
Por eso existe desde el principio de los tiempos una elite entre las especies animales. Glorioso debe ser pertenecer a alguna de ellas, y con el peso de tan hidalga estirpe sus descendientes deben sentir que cada día les toca hacerle honor, obligada aunque placidamente. Son las reglas de este milenario mundo.
Como se sentirá entonces ser abeja? O bicho de luz, o comadreja? Será que no tener referencias los deja dormir definitivamente al margen de la historia, o acaso existirá entre ellos alguna lejana esperanza de escribir el acto fundacional a cada paso? Vivirán cada instante de sus vidas con la inclaudicable voluntad de redención histórica o la palabra resignación es parte del legado hereditario de la raza?
Yo no lo sé, como tampoco creo que lo pueda pensar ya la pobre abeja que acabo de estampar contra la mesa del jardín, otrora molesta, ahora inerte. Redimida.

domingo, 11 de julio de 2010

So...

Y corrí su cuerpo hacia un costado de la cama. Todavía estaba caliente, y yo corrí su cuerpo hacia el costado mas cercano a la ventana abierta.
Las palabras que había dicho, eso de querernos, eso del amor, aún flotaban en lo denso de la luz que, así como su voz, me había tirado encima su mirada. Lo curioso fue que me quedé mirando sus palabras por un largo rato, acaso intentando descubrir si eran sinceras. No llegué a nada, por supuesto, todo el mundo sabe que cuando las palabras mueren, pierden su carácter de verdad o de mentira, la palabra muerta es sólo una impotente seguidilla de impotente letras, y al tiempo que esa trasmutable impotencia me adentraba, me alejé. Fui hasta la cocina, a buscar alguna cosa que tomar, nada, algo que tomar, sin importarme qué. Abrí la heladera y encontré el licor ambar de limón que ella trajo la primera noche. Y también hallé su boca, ardiendo contra el frío del limón, derritiendo mis labios y empañando mis ojos. Un reflejo de su boca que debió habersele quedado ahí perdido, de entre los tantos reflejos que nos dimos esa noche. De entre los tantos tragos que bebimos de un licor que se acabó antes de que la mañana entrara a terminar con todo. La botella, la misma que debo haber tirado alguna noche de esas en las que rastreaba sus recuerdos por la casa, para asirlos primero, para destruirlos despues, esa misma botella ahora estaba llena, como en el mismo instante en que ella entraba a casa por primera vez.
Pero ahora, su cuerpo en el dormitorio, como queriendo desdibujarse, empezaba a confundirse con el borde de la cama. Se le habían ya borrado las marcas de los besos, los olores del sexo, los latidos rompepiel. Un latido, justamente, agonizaba de rodillas en una esquina del cuarto. Su ritmo, cada vez mas lento y cada vez tenue su tambor, se movían hacia el último momento. Me lo quedé viendo, y supe en él las pulsaciones del cuerpo al que dio vida encima de mi cuerpo. Lo acaricié, lo vi cerrarse sobre su temblor final y lo dejé caer en el oscuro paso hacia el pasado eterno. Cuando me incorporé ya eran otros mas los rasgos que se habían marchado de su cuerpo. Atiné a cerrar los ojos para oir su voz, que intuí se perdería pronto, y tuvimos un pequeño diálogo sobre su idea de decorar inodoros, que me despertó las mismas risas que la vez que me la confesó.
Prendí un cigarrillo y me paré de frente a la ventana. A ella le gustaba cuando yo le hablaba mirando a la calle, evitando su rostro, me decía incluso que las charlas mas sinceras son aquellas en las que los ojos no aparecen, donde sólo las palabras cuentan. Así extendíamos conversaciones sobre estas mismas sábanas, por horas, en la oscuridad, tocándonos, pero sin vernos. Le encantaba. Y a mí.
Volví mi cara hacia la cama y ya era apenas un esbozo de su cuerpo el que yacía en ella. Su respiración, la misma que en las muchas horas del teléfono, hacían que sintiera que mi oído se pegaba a su labial incendio de caricias, era ahora acaso un viento debil que moría ante la lluvia de una lágrima que inundaba el cuarto. Sus formas, las que erguían mi carácter de hombre con el sólo hecho de existir, se iban alineando en una espiga que se hundía en una arruga de las sábanas de aquel silencio que impregnaba el día.
Cerré los ojos para verla por última vez. Con su desnudez volcada encima de la mía.
Y cuando por fin su cuerpo ya no era mas que su recuerdo, cerré la puerta.
Y me fui.

viernes, 9 de julio de 2010

Esa extraña mujer

Una extraña mujer acaba de pasar frente a mis ojos
pero yo,
que para bien o mal
nunca veo lo que todos,
vi tan solo el ruido de su sombra…
Y parpadeé.
Y ya fue tarde.

Esa extraña mujer…
acaba de acercarse a la distancia de un respiro.
Y yo, que no camino con las piernas,
di unos pasos hacia ella en torpe vuelo.
Y caí.
Sin conocerla.

Esa extraña mujer…
acaba de mover sus letras.
Mientras yo, en medio de un concierto de silencios
no encontraba el tiempo.
Y desafinando,
mis palabras lentas
me callé


Esa extraña mujer envuelve ahora mis pensares,
los recrea,
los transforma,
los figura,
los despierta,
y los vuelve parte de algun canto
que mi voz intenta.
Y es por eso ahora
que estas manos,
torpes entre letras,
la recrean,
la transforman
la figuran,
la despiertan.
Y aunque mas no sea,
de algun modo,
tan extraño,
como ella…
la revelan

martes, 6 de julio de 2010

Un instante

Qué pasare cuando en medio de una noche,
dentro de una oscuridad apenas atacada por el débil,
desganado rebote de la luna con su luz menguante,
tiemble el frío del silencio
con los pasos de esas dos personas que se acercan?

Qué pasare si las sombras de esos cuerpos
fueren cada vez mas cuerpo y menos sombra
y al tenerse a la distancia de sus ojos,
esa única distancia en que los ojos ya son todo el cuerpo
- donde no hay mas cuerpo que esos ojos -
se leyeran íntegros?

Que pasare si esos dos se reconocen,
sin siquiera conocerse?


Que pasare de repente si hasta el aire se disperse,
vuele el humo del escape de los autos a otro lado,
rompan en destellos los carteles luminosos,
suenen las sirenas de cuanto cuartel de bomberos esté alerta,
vaguen solas ambulancias, patrulleros,
rujan ásperas gargantas de otras gentes reclamando explicaciones donde no las hay,

…y esos ojos sigan ahí,
en el punto exacto donde el fin de una mirada es el principio de la otra.


Que pasare entonces si del fondo de sus ojos
les surgieran las respuestas,
no las tan cruciales, ninguna inexplicable.
Sólo dos o tres respuestas simples
que les den el mínimo respiro necesario
para hablarse y escucharse.
Y así al fin dejar que el tiempo les pregunte lo demás.
Sin querer anticiparlo.
Y que el humo, y los carteles, las sirenas y sus ambulancias
vuelvan a este mundo.
Y el mundo vuelva a ser, y ya no sea


Nadie nunca sabrá lo impredecible.
Si el presente es ésto que apenas empezó ya se termina
quizás nada haya que explicar.
La noche en que esos ojos fueron y volvieron
dormirá al cerrarse en su secreto.

domingo, 4 de julio de 2010

Un archipielago de cuerpos en el mar de mi memoria

Un archipielago de cuerpos en el mar de mi memoria.
Una flota de desnudos cuerpos en el mal de mi memoria.

Perdiendose en el rumbo

Corrientes del olvido los alejan.
Los dispersan, los reflujan.
Los atraen a mi costa que es un páramo a esta altura.
Los revisten de serenos vientos,
los repelen si lastiman.
Los calcinan unas playas que cultivo en vano
y son piezas del cadaver de un despido.

Como voces del adios, serenas e implacables
me devuelven gemidos.
Como siestas de paso, me acarician, me rozan
Malolientes fracasos que no han sido
sino un tibio latido
que perdido en el tiempo
ya no alcanza a latir

Pero aun vivo, y espero con la sed en la boca,
un cardumen de espigas,
una luz en el agua,
un saludo infinito,
que una honda mañana sea de noche en los mares
y se encienda el camino…

Por donde aparezcas

sábado, 3 de julio de 2010

El Plan

Ya sabés cual es el plan.
El plan es no saber.
No predecir,
no prever,
no programar.
Pero sin dejar jamás el plan de lado.

El plan es no saber el plan.
Y así y todo, seguirlo tenazmente.
Obcecado,
temerario,
hasta impaciente.
Ansioso por cumplir
lo no pactado.

El plan es avanzar, porque no importe
tanto hacia donde
como de donde vengas.
Que no le siente el mapa,
que tu orilla sea
a veces la deriva.

El plan has de saberlo de memoria
aunque jamás lo hayas leído.
Porque no habrás de escribirlo.
Que si lo hubiera escrito
alguien mas
de nada serviría.

El plan es ir irremediablemente a él.
Sin escalas, boletos ni aeropuertos.
Y dejarlo todo.
Aunque te pese más que el equipaje
la ausencia de
lo que ha quedado en el camino.

El plan es atentar contra lo inocuo,
es enfermarlo.
Morirlo si hace falta.
Para por fin dejarlo renacer
cuando ya no soportes
la esperanza.