martes, 14 de septiembre de 2010

El mundo, tal como es, pronto dejará de ser

“El mundo, tal como es, pronto dejará de ser.”
Esta frase, que en una primera y literal lectura se nos presenta como una forma de presagio místico, tiene, en verdad, como único fundamento la autoimpuesta necesidad (forzadamente implícita) de exhaltar la vehemencia, la provocación del alegato que viene detrás. Alegato que no es otro que el de “cambiemos el mundo”. Por lo tanto, la veracidad de su predicción (máxime tras la inmediata reflexión que aquí se desarrolla) está puesta, concretamente, en duda. Entonces, por qué decirlo de esta forma, y no directamente de la segunda manera “señores, cambiemos el mundo”, y es que justamente en el análisis de los preconceptos que la primera frase encierra, hay buena parte de los cambios que se desea llevar a cabo a través de su equivalente posterior.
La puesta en manifiesto de las verdades absolutas, no desde su relevancia, sino hacia su crítica, es la base del pensamiento que intenta desarmar esta estructura tan eterea como firme que es la normalidad
Todo aquello que nos genera la recepción de la primera frase, incredulidad o esperanza, desconcierto, desaprobación, rechazo o ansias de cambios, no son más que distintas apreciaciones nuestras sobre la valoración subjetiva que leemos tras la misma sentencia.
Pero hay algo que está claro, mas allá de nuestras subjetividades - es que de oraciones como ésta (con la concomitante carga de pensamiento que encierran) está lleno nuestro accionar diario - este tipo de discurso es una clara muestra de una serie de pautas culturales, que por culturales justamente (y lease por culturales, que nos están tan internalizadas que nos puede resultar dificil reconocerlas) aceptamos como naturales, pero - y aquí se entromete la idea de cambiar el mundo - no son mas que condicionamientos a nuestro modo de pensar cotidiano. Entonces… lo que nos parece natural no lo es, sino que al contrario, es impuesto y es contra lo que deberíamos operar para liberarnos mentalmente? Ni tal panacea, ni tal estigma, ni tal fórmula, pero algo de eso es parte del camino por el que este mundo está cambiando. Darnos cuenta, y vuelvo al ejemplo de la primera frase, de que a menudo recibimos sentencias inequívocas que engloban pensamientos mayores. Al decir “el mundo tal como es…” se está dando por sentado que este mundo aludido es de una determinada forma, y aquí aplican dos factores de pensamiento que son recurrentes en nuestra forma de elaborar ideas, la economía de recursos, y la visión hegemónica, enfatizada ésta última por el peso del discurso, un tercer factor en el que me detendré luego.
La economía de recursos, algo a lo que todos adherimos sin ninguna conciencia de ello, y que es parte (doble) de nuestro aprendizaje, como que aprendemos a utilizarlo metodológicamente para resolver situaciones cotidianas, y como que es la base del método con el que hemos sido educados (1). Es así que uno sabe cómo debe reaccionar ante distintas situaciones, aun sin haberlas vivido, por el solo antecedente de que alguien las ha resuelto de tal manera con anterioridad. Eso nos evita razonar a cada paso sobre cada acto que vivimos en nuestra cotidianeidad, este modo de resolver situaciones aparece permanentemente, te cruzas de brazos y fijas la mirada en el otro para que parezca mas solemne tu atención ante una charla, o te compungís cuando la escena amerita que tu cara se hiele, o buscas un trabajo a determinada edad, con mayores o menores grados de interpretación y participación en la realidad circundante, todos amoldamos nuestros actos a algo que está pre-resuelto por otros, que otros ya ensayaron y probaron para que nosotros ahora no perdamos tiempo elaborando nuestras propias conclusiones, para que no perdamos tiempo en elaborar todo la metodología necesaria de estudio en estas situaciones, con el (superador, ilusorio?) deseo de que ocupemos ese tiempo y esas energías en resolver cuestiones superiores.
Las cosas son así. Asi? Como?
La visión hegemónica, es fiel servidora y a la vez dominadora, de la economía de recursos, ya que aquella la necesita para convalidar (normalizar) sus reglas, que deben ser de aceptación general, en tanto que también se vale de ella como herramienta, para que sus elaboraciones sean internalizadas por generacion tras generación. Ambas se retroalimentan y se reutilizan, el recilcaje en este caso, es perfecto. En este punto no olvidemos que a la frase de inicio se la supone verdadera en cuanto a que el mundo es de determinada manera, (desde una vision general, todos los que compartimos cierta cultura coincidiremos en muchos puntos sobre esa impresión del mundo) cuando en la oración, adrede se lo está objetivando, sin suponer que pueda sobre su concepto existir una diferenciación tan evidente sea interpretado por alguien que se acaba de enamorar, como por alguien que está al borde del suicidio, como por alguien que termina de despedir a un ser querido, o que acaba de ser despedido de un trabajo. El mundo es de tantas maneras como personas lo habiten.
De nuevo, las cosas son realmente así?
En la misma sintonía, entonces, podríamos retrotaernos en cuanto a la economia de recursos, y decir que cada pensamiento, por mas que esté fundado en la historia de nuesta sangre, debe ser reinterpretado, pensado, criticado, elaborado, para que sea realmente el nuestro. Ninguna fórmula, ninguna base de elaboración intelectual debería ser aceptada por nosotros mismos sin acaso la intención de ponerla en juicio. Volver a cero con las pautas preaprendidas de nuestra cultura, para retomar el camino por donde cada uno de nuestros pensamientos, armados ya desde nosotros mismos, y no desde la imposición de verdades adquiridas, nos lleve adelante. Esa debería ser la forma de andar ese camino, o al menos una forma mas segura de no andarlo, tropezando con errores ajenos.
Por supuesto, esta forma de andar, nos reduce el grado de seguridad ante lo que venga, aumenta nustras incertidumbres, nos auto-somete a un análisis permanente, nos expone a que de equivocarnos, quedemos al desnudo por no tener siquiera el amparo de haber hecho le previsible, pero, al mismo tiempo, y de igual forma, nos libera. Es que si esa normalidad fuera la miel con la que se nos presenta, el mundo ya sería ese lugar soñado - que indudablemente no es.
Y a lo largo de estas reflexiones, entonces, me propongo, desandar el camino por el que hemos llegado hasta acá, para nada mas, verificar si es el que yo mismo habría adoptado al momento de elegir en cada esquina, o si acaso de haber doblado hacia el sur en lugar de haberlo hecho hacia el norte, habría encontrado el mismo paisaje, uno mejor, uno peor, pero sin dudas, mas cercano al que yo mismo habría querido llegar, que viendo los carteles ya puestos en la carretera que me trajo hasta acá.
“El mundo, tal como es, pronto dejará de ser.”


(1) cuando hablo de procesos de aprendizaje, de educación recibida, pretendo que se interprete tanto desde el punto de vista individual (como cada uno de nosotros es educado) como desde el punto de vista social (como la sociedad genera pautas de educación, y las transmite generacionalmente)

jueves, 9 de septiembre de 2010

Pielsilencio

Sobre este deslizante silencio, este vil silencio que es peor que el silencio original, éste, el que se superpone a otro y a otro, y a otro, y a otro mas…

Y sobre un silencio desprolijo, silencio de murmuros y respiros, un silencio por apuros mal trazado, se me fueron deshaciendo mis últimas palabras. Cayeron en el vacuo inerte de la nada que es el tiempo que nos pasa cuando no nos atrevemos a subirnos a él. Se mezclaron unas a otras, adolesciendo de edades y de madureces, torpemente atolondradas, como algunas otras veces insurrectas, pero ahora, insalvablemente heridas por su propia desazón. Sentenciadas por la vara de su confesión, autodenunciadas impotentes de toda erección, se hundieron en silencio, mis palabras.
Y el motivo no hube de buscarlo, no por no quererlo ver, sino todo lo contario, sino sólo porque se me presentó con ellas en su ahorcado (redentor?) autosilenciamiento. Como la novelesca nota de un último deseo, como la autoconfesión, como acaso el arrepentimiento del instante previo en que la soga aprieta y la mano intenta, pero que no logra. Algo, un motivo, la razón de todo. Eso estaba escrito - poco importa si debajo, si - detrás de mis palabras que expiraban ante la mirada de su eterna, efímera tristeza.
Callé.
La dejé ir.
Hacia otros tonos otras voces otras risas otros ojos. Otras palabras mejores que las mías.
Palabras, las mías, que ya no gritan al salir, que tan sólo escapan de mi boca cuando son apenas necesarias, cuando buscan serles útiles de inutil necesaria utilidad, a algun deseo - mas inutil todavia - de la piel. De esta piel que desde entonces poco sabe de palabras. Poco sabe ya, desde que no hablo de ella, desde que mi cuerpo se acostumbró a la mudez de mis sentidos, desde que esta piel, que, como ahora, callada, se dispone a desvestirme, para callarla, para ahorcarla.