sábado, 26 de junio de 2010

números y letras

Los números y las letras se disputan, de a pedazos, nuestra vida.
Deberían repartírsela, si fuera por ser justos, en partes iguales, pero ahí los números, dueños de las particiones, sin duda saldrían beneficiados. O podrían intentar, si lo desearan, llegar a algún acuerdo, pero ahí, las letras, dueñas de los argumentos, se alzarían victoriosas.
Entonces, como si existiera un pacto desde que las letras son las letras y los números son números, cada uno - ellas y ellos - guarda alguna especie de privilegiado sitio en nuestras vidas.
A ellos les tocó en ese reparto la tarea constante y repetida de guardar el orden, la enumeración, el cálculo. Son los números, viriles custodios de las cuentas, los que trepan por los hechos rescatando datos para sacar conclusiones, estadistas a ultranza, radiógrafos binarios de la historia.
A ellas, las señoras, madres de palabras, les ha sido dado el don de describir el mundo, ardua y pesada tarea, si las hay, pero con la que cargan orgullosas y hasta altivas. Les compete también abrir las puertas de la mente, aunque ese sea un terreno dividido donde sus rivales, ellos, saben ocupar su parte. Pero es en el área de los sentimientos, donde el cálculo, el conteo, la enumeración no representan más que un espejismo que las letras barren con justeza, y hasta con desdén.
Por momentos nuestra vida, sola, deja seducirse por los unos o las otras, y es así que hasta en los juegos nos sucede que de golpe nos hallamos calculando números en celdas, dibujando letras en renglones de una ortogonalidad, que por geométrica es, para ellas, casi una traición. Así es que en cada acto, en cada paso, como si metiéramos la mano en un bolsillo donde están los números, o en el otro donde letras, nos valemos de ellos, de ellas, para andar.
La vida así transcurre.
Ironía de la lengua nuestra, cuando hablamos de “contar”, si no fuera que aclaramos que de números o historias se tratare, bien podríamos hablar de ambos, pues se cuentan las historias, y se cuenta de uno a diez. Contar. Contar es ese purgatorio donde habitan ellos y ellas, donde nada está prohibido. Donde todos son iguales. Compartiendo van los cuentos y las cuentas. Contar.
Y bien, pero a veces, nosotros, los hombres decidimos si queremos querer más a ellos, más a ellas. Si es el tiempo de los números, las letras. Si unos u otras van a ser mejores compañeros de una etapa de la vida.
Hoy, me llega el gusto hasta la boca, invadiendo el aire, renovándome, sabiendo a nuevo una vez más. Son las letras las que ganan el terreno, las que invaden, las que triunfan, porque la pasión que arrastran no se mide, no se pesa, no se cuenta. Se cuenta.
A contar, entonces. A contar.

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