sábado, 26 de junio de 2010

ojos sólo ojos

Solamente sus ojos salieron a la calle esta mañana, y con los de ella, los de muchos mas. Sólo millones de ojos, de a pares casi todos, salieron a la calle esta mañana. Los de ella, los de todos.
Huelgaron las bocas, las narices, los mentones, las orejas, los pómulos, los brazos. Faltaron sin aviso las cinturas, los pares de hombros, las tetas, las caderas, las piernas, todo, todos.
Y siguieron durmiendo cuádriceps y biceps, femorales, húmeros y estómagos.
Tomado día libre. Acatando algún deseo o una orden que ninguna boca se dignó en explicar, sin oídos reclamando una respuesta, trepados a una rebeldía o presos de una enfermedad, nadie supo bien por qué ésto sucedía, pero así pasó. Los ojos se cargaron la tarea de ser todo, simplemente todo el cuerpo.
Y la calle entera fue un inesperado amanecer lleno de ojos. Los hubo retorcidos, expectantes, lúdicos, sueñeros, enturbiados. Mamarrachos, displiscentes, viejos y recien nacidos. Todo era miradas, la expresión, la lengua, el habla, las caricias y los odios se expresaban solo en verse, de ojos a ojos. Porque sólo esos ojos, entre ojos deberían comunicarse todo, un permiso que pedir, un boleto, un hola qué alegría verte, un adios, un no te quiero, un te extraño, un no puedo más, un esperame que ya vengo, un no te creo, un qué linda estás, y un vos también. Ojos. Todo ojos.
Los de ella, sacudidos por el viento, recorrieron el camino de todos los días. No era incómodo para esos ojos, a decir verdad, moverse en ojos por la calle, esta mañana a pocos le pesaba el cuerpo y todos le prestaban toda la atención a las miradas de los otros. El que esquivaba las miradas, zarandeando sus pupilas hacia todos lados, tropezaba. El que miraba de reojo, terminaba caminando en círculos. El que tratando de ocultárse, clavaba la suya contra el piso, se caía. No era tanto una cuestión de acostumbrarse como de sentirse libre, y por eso, los que se movían con comodidad eran los que usaban esos ojos como cada día, mirandose de frente, disfrutando de los cruces, agrandandose al hallar al otro en esa misma actitud. Y así iba ella, con los párpados abiertos, prolongando la mirada, refractando adioses en los ojos grises, devolviendo fuegos a los ojos pasionales. Se sentía plena, sin mas cuerpo que sus ojos, como si la extraña aparición de aquel montón de ausencias, hoy la hubiese completado.

1 comentario:

dánae dijo...

Lo que antes en TT te dije, Edgardo. Me alegra haberte descubierto, pues mis ojos se llenan de belleza al leerte.
Encantada en esta ocasión por la expresividad de tantos ojos.
Un gran abrazo.